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El ultimátum de ‘Vivir el cuento’ ¿a Díaz-Canel?: «Le quedan diez minutos»

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Se ha vuelto habitual que el estelar humorístico de la televisión cubana, Vivir del cuento, se las ingenie para armar sus guiones con la crítica que no se hace en otros espacios. Muchas veces directas, otras solapadas, los constantes disparos a los problemas asociados a la economía, a la vida del país o la política en general, son parte esencial del empaque del programa.

El pasado lunes 18 de julio, salió al aire el capítulo titulado PlayStation. Esta vez, Leopoldino (uno de los personajes frecuentes), junto a su sobrina Clarita, le piden un importante favor a Pánfilo: tener en casa, cada día, durante una hora, a Pablito, un niño que necesita despegarse de los videojuegos.

El pequeño Pablito se instaló en casa de Pánfilo, pero Chequera y Pánfilo se divierten tanto con el PlayStation que lo acaparan todo el tiempo sin que el niño pueda apenas disfrutarlo.

En una escena muy reveladora podría tomarse como referencia directa a la gestión del poder político en Cuba. Pánfilo y Chequera juegan, en lo que llega Leopoldino. «Hey, ya veo que la idea del PlayStation ha gustado», dijo el vecino de Pánfilo. «Ha gustado tanto que ahora soy yo el que no puede jugar», saltó el pequeño.

«Hace falta que dejen jugar al niño, que esta es su hora», agregó la madre, que será interrumpida por Chequera, quien culpa a Pánfilo. «Es el viejo este, que primero no quería jugar, y ahora no quiere soltar el mando», remata el torpe acompañante de Pánfilo.

Tras pedir disculpas, Pánfilo promete «soltar» el control «del juego», mientras aclara que «ahora es que yo entiendo lo difícil que es soltar el mando».

«Coge, Pablito, juega tú un ratico ahí, eh, que yo voy a estar tranquilito aquí», y se sentó justo al lado.

Leopoldino le pide entonces a Chequera que «deje jugar al niño», pues «en definitiva usted puede jugar en cualquier momento», pero la madre de Pablito advierte que «ya le quedan diez minutos».

La alegoría a la cúpula que gobierna Cuba ha quedado clara para muchos, aunque se trate de una inferencia.

Los cubanos y el mundo son testigos de los flashazos de autoridad por parte de Miguel Díaz-Canel, siempre que el nonagenario general de ejército, Raúl Castro, no salga de las sombras y ordene –o lo haga desde allí– a su antojo, luego de que este decidiera «ceder» terreno político a «las nuevas generaciones».

Vivir del cuento coqueteó en PlayStation con lo que representa aferrarse al control absoluto, la adicción al dominio, cuando pareciera que juegan en las altas esferas con las vidas de los de abajo.

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